Llegaste y de repente estabas, eras, sos. Sin más. Podría decir que la jugaste de callado pero no. O sí.
Vendiste humo desde el principio, todos me decían y seguí. Tu presencia fue casi un capricho, uno imperante.
Sentía que vos me querías ahí, no se bien para qué, tampoco si era a mi o a la que vos creías ver. Aunque en el fondo todo termina siendo lo mismo en esta instancia. La vida siempre es un momento, un detalle después. Y preparé mi primer chau, y compré el vino que siempre prometías y te lo regalé. Quería resignificar, porque me volvía abstemia o resignificaba lo que para vos era nada y, para mi, un montón.
Te fuiste y, mientras mi mundo se desmoronaba, volviste con todo. Y, bailando, volví a caer. Ya no tan bocón, más inseguro y con vos la alegría se asomó en besos y caricias atropelladas.
De repente empecé a ser, con todas las letra, sintiendome a mi misma nueva. Encuentros impetuosos, esperas largas, cada vez menos palabras. Algo se diluía, no era yo. Yo seguí estando. Yo siempre fui la constante de esta ecuación. Pero la vida pasa, los tiempos cambian y necesité más. No se si vos tenías, si bien te llamé, no acudiste.. Y claro, me tenías, ahí, como querías. Y el segundo chau salió sin construcción ni anestesia. En carne viva, como estoy.
Te agradezco el encuentro, el humo, los besos, las caricias, el baile y las palabras, sobretodo las palabras porque cuando yo no tenía ganas de decir, las mias se pararon sobre las tuyas y se sintieron acogidas y alentadas, como mi piel con tus caricias y mis ganas con tu nada.
¡Qué lindo cuando volvés!
ResponderEliminarQuien se permita el transitar profundo es el que llevarà el tesoro del encuentro pegado en su historia ..en su piel....pars siempre..esa energía creció en él.
ResponderEliminar