Aún en plena resaca de energía del fin de semana, hoy desperté pensando en las personas que se conforman, quizás como contraste de casa, amor, compromiso, danza y cuerpo que experimenté al por mayor. Ya en el tren, me encontré con una cronopiada de Córtazar y la reflexión creció. Está bien, a mi me criaron cronopia, pero es loco como todo moviliza y da sentido; como todo, tarde o temprano, se explica.
Hace algo más de un mes un "yo no puedo hacer lo que quiero" me provocó una pena enorme, si bien tanto elegir hacerse cargo o dejarse llevar por el mal entendido "destino", dejaba al dicente muy lejos de mi, no podía con mi pena, por él y por mi.
Es obvio que ese "yo no puedo" dejó al sujeto cero fuera de mi sintonía ¿omnipotente? Sí, sí, claramente. No, no, no me creo omnipotente, sólo pienso que lo imposible es un límite imaginario que nos autoimponemos por miedo, miedo al no, a empezar de nuevo, a la frustración, a... tantas cosas. En tiempos instantáneos y descartables, pelear por validar el propio deseo es cosa de locos y feministas, para qué gastarme en conectar con lo que realmente quiero si yo también sólo valgo un rato, si yo también soy descartable. Cuanto real nos perdemos atrás de ese límite inventado, tan inventado como esas imágenes que compartimos vendiendo seres que no somos con el sólo efecto de agradar a alguien a quien nunca nos vamos a animar.
Lo real asusta
El deber ser, nos protege de la intemperie pero no puede protegernos ni de la muerte, ni de la soledad, ni del frío
La responsabilidad más grande debiera ser la que nos debemos a nosotros mismos
No hay comentarios:
Publicar un comentario