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lunes, 5 de noviembre de 2018

zamba

Bailando zamba aprendí a refugiarme en la mirada, no en la mia, que quizás resulte el medio, si no en la de mi compañere.
Totalmente contracultural, la mirada de zamba sabe de ver y de encontrar; de hacer que el afuera pierda densidad. Por unos minutos lo único que existe es un cuerpo que no sólo me mira sino que me ve, que abre pañuelo y pecho para acogerme, para ir a mi encuentro, porque más allá de las figuras y los arrestos hay encuentro, aunque sea en un segundo todo se conjuga, hasta la respiración.
Igual esa abstracción de la realidad que provoca esta danza no llega a ser evasión, en todo caso resulta metáfora, imágen valiente de lo que estamos llamados a ser, seres en relación animándose a desnudarse frente a una  mirada, que también desnuda, no juzga si no que acompaña

4 comentarios:

  1. Qué linda tu mirada, poeta querida. Un abrazo.

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  2. Me identifica todo el sentimiento que contás en poesía! Aunque sé que no lo definis como poesía...Gracias! Nombro poesía a lo Bello.
    Me queda aún la tarea de despojarme de aquellas otras miradas, miradas de infancia, que dejaron huellas que necesito allanar. Gracias!

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  3. ufff yo siento que la niña y la mujer se aunan cuando danzo y muchas veces una mece a la otra para que sienta que todo esta bien. Un aprendizaje de últimos tiempos, todo se allana mejor acompañada. y si necesitas mirada de zamba, yo tengo... gracias a vos

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  4. Muy cierto
    Niña y mujer que en su encuentro catalizan la alegria y conjuran las tristezas a traves de la mirada. Hermoso, Mara

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