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miércoles, 3 de octubre de 2018

Hoy, mirando el fuego, pensaba en mi vida, en los encuentros, en las búsquedas. Los recovecos de la memoria que, más por protección que por capricho, decide qué recordamos y cuándo al sólo efecto de que podamos seguir adelante.
Pensaba en lo simple, en lo importante, inserto en una cultura que nos enseña a relacionar lo feliz, el goce, con la planificación constante, el tiempo, la ansiedad, el miedo, lo frustrante.
Pensaba en las barreras para defenderme siendo que cuando las cosas van a pasar, pasan.
Pensaba en mis posibilidades, la de vivir, transitar, seguir buscando, honrar mi simpleza en cada acto, reconocerme en ella, bajar la guardia para siempre, dejarme acompañar, disfrutar de lo bueno y lo malo que cada día presenta y seguir manteniendo esa capacidad de asombro que me caracteriza y que, a mis 40 años, deja escapar cada tanto a la niña curiosa y soñadora que todavía me habita y me abraza

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