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sábado, 10 de marzo de 2012

“Mujer ¿Por qué lloras?” (Jn 20, 11-18)



El aprendizaje humano se define como el cambio relativamente invariable de la conducta de una persona a partir del resultado de la experiencia. Se presenta como algo dinámico. Otros pueden enseñarnos, pero conforme vamos viviendo, vamos mirando al mundo a través de nuestras propias lentes.
Creo que lo mismo debería ocurrir con la fe. Creo que una fe adulta habla de un proceso dinámico que va desde el Dios que me contaron a la propia experiencia del Dios vivo, el que se manifestó en mi vida de una forma única, quizás muy distinta a la que podrían contar mi mamá o mi abuela.
Ir a la búsqueda de Dios quizás traiga muchos conflictos, muchas desilusiones pero quedarnos en lo que nos cuentan sería, no sólo, como amar a alguien que no conocemos, sino amarlo y no querer acercarnos a él.
Aveces nos encontramos defendiendo verdades que no entendemos y, lo que es peor, poniendo todas "nuestras verdades" al mismo nivel; nos asustan tanto, tanto las dudas.
Pienso que preguntarse no es dejar de creer, es ponerle contenido a nuestras verdades, para creer con más fuerza, alabar, pedir, agradecer a Dios con más fuerza y, sobretodo, vivir con más coherencia.
El Diccionario de Teología Bíblia Ravasi nos cuenta:

“Prescindiendo del ámbito profano, jurídico y puramente religioso, entendemos por fe la total referencia a Dios, conocido en la revelación, por parte del hombre, que en el análisis de las propias dimensiones fundamentales con el mundo, la muerte, los demás hombres y la historia (GS 4-22) se descubre abierto a la trascendencia y dotado de una libertad que se explícita en la responsabilidad y en la esperanza”.

Responsabilidad frente al hermano y la esperanza de que Dios está y salva.

Los dejo con María Magdalena, justito a la puerta del sepulcro, pasando de la muerte a la vida de la mano del Señor...

(I) Introducción

María Magdalena... Juan señala su presencia en el calvario junto a otras mujeres; Lucas la incluye en la lista de las que siguen a Jesús y la caracteriza como aquella de la que habían salido siete demonios; Marcos y Mateo la ubican entre las mujeres que van al sepulcro después del sábado. Juan conocería esta tradición pero sólo habla de María.

Evidentemente había sido liberada por Jesús y era una de sus seguidoras, pero está desesperada, “se han llevado del sepulcro al Señor”, dice, no entiende y llora.

El presente trabajo pretende mirar algo más de cerca el camino que conduce a María del descreimiento y la desesperación al resurgir personal que la llevó a la misión confiada por el maestro, que está vivo, la reconoce y acompaña.

(II) Contexto Literario

(a) Las apariciones del resucitado

Los evangelistas presentaron distintos relatos sobre la resurrección signados según la perspectiva teológica de cada uno y, seguramente, de las tradiciones de las que disponían. Ninguno pareciera pretender reconstruir una secuencia de acontecimientos, como en el caso de la pasión, sino poner de manifiesto el efecto del acontecimiento pascual en el mundo.

“Lo que las presentaciones evangélicas tienen en común es que el descubrimiento del sepulcro vacío precede a las apariciones del resucitado”[1].

Ninguno aclara demasiado el tiempo durante el cual se produjeron las apariciones, pero el cese de las mismas no habla de ausencia sino de presencia de otro tipo, por eso es que en cada evangelio encontramos, como principal, el episodio de encuentro entre Jesús y sus discípulos (Mt 28, 16-20; Mc 16, 7.14-18; Lc 24, 33-49; y, Jn 20, 19-23), fundando, así, la comunidad de los que creen en la resurrección.

Sin embargo, la visión del misterio pascual se presenta de forma distinta en Juan. Para los sinópticos, la resurrección era un acontecimiento posterior a la muerte y previo a la ascensión. Para Juan, que no manifiesta separación temporal entre la resurrección y la ascensión, Jesús comienza el camino de su exaltación y glorificación, en la cruz. Al respecto sostiene Brown:

“Jesús es exaltado en la cruz; es resucitado de entre los muertos y finalmente pasa al Padre: todo esto forma parte de una acción única y de una misma ‘hora’”[2].

Entonces, ¿por qué el Evangelio de Juan también nos presenta los relatos de las apariciones del resucitado? La respuesta es que, también, resultaba importante mostrar como los seguidores de Jesús se encaminan en la fe al Señor que vive y va a su encuentro.

(b) El capitulo 20 del Evangelio de Juan

Leon Dufour sostiene que el capitulo 20 del Evangelio de Juan es presentado “como una catequesis de la fe que reconoce en Jesús al Señor y es capaz de irradiar su presencia en el mundo”[3]. Así sostiene que el evangelista habría estructurado dicho capitulo comenzando por la fe del discípulo amado y de María, continuando por la de los discípulos, concluyendo esta extensión progresiva de la fe con la aclamación “¡Dichosos los que creen sin haber visto!”; prolongando, así, la misma hasta los lectores de hoy.

A su vez, a lo largo del capítulo, encontramos un modelo de “crecimiento/ desarrollo”[4] en cuanto a los objetos que se ven y a la cantidad de personas a las que se va apareciendo Jesús. María ve una piedra que ha sido quitada, el discípulo amado ve las vendas de lino que habían cubierto a Jesús y Pedro, además de las vendas, ve el sudario que cubrió su cabeza. Jesús se aparece, en principio, a María Magdalena, luego a los discípulos en ausencia de Tomás, posteriormente a los discípulos incluyendo a Tomás, terminando con la aclamación ya aludida en que se bendice, universalmente, a todos los que creen sin ver.

(c) Estructura literaria del capitulo 20[5]

este capítulo se divide en dos bloques, el comienzo de cada uno de los cuales es indicado con una alusión temporal (v. 1, “el primer día de la semana” y v. 19, “Al atardecer de aquel día”) además del cambio en el espacio físico (el primero en la tumba vacía, el segundo en la casa donde se escondían los discípulos); cada bloque, a su vez, se divide en dos episodios, refiriéndose los primeros, de cada bloque, a los discípulos que creen y los segundos, a la aparición de Jesús a una persona determinada (María Magdalena y Tomás), percibiéndose en estos últimos casos una progresión en cuanto a que van del descreimiento a reconocer a Jesús.

Asimismo, el primer episodio del primer bloque aparece ligado al segundo episodio del segundo bloque por las referencias a “ver” y “creer” (vv. 8 y 29, a y a’). A su vez, el segundo episodio del primer bloque, y el primero del segundo bloque están ligados porque ambos finalizan “He visto/hemos visto al Señor” (vv. 18 y 25, b y b’).

(III) Análisis de la pericopa

a) Límites del texto a analizar

El micro relato a analizar es el que abarca los versículos que van del 11 al 18 del capítulo 20 del Evangelio de Juan.

Entre los indicadores narrativos que nos ayudan a fijar los límites del relato encontramos, en principio, un cambio en los personajes, María, Simón Pedro y el discípulo que Jesús quería en Jn 20, 1-10; María, los ángeles y Jesús en el relato en análisis y los discípulos y Jesús en Jn 20, 19-29.También, como ya se ha mencionado, encontramos un indicador geográfico, Jn 20, 11-18 transcurre en el sepulcro mientras que Jn 20, 19-29, transcurre en el lugar donde se encontraban los discípulos.

b) Trama episódica

§ Situación inicial: María en el sepulcro llorando desesperada por no encontrar el cuerpo de Jesús (vv. 11-13).

§ Nudo: Aparece Jesús pero María no logra reconocerlo (vv. 14-15).

§ Acción transformadora: Jesús la llama por su nombre y María logra verlo (v. 16). En este versículo encontramos tanto la tensión dramática como la narrativa cuando Jesús dice “María”.

§ Desenlace: Se produce cuando Jesús le pide la protagonista que no lo toque y la envía con un mensaje para sus hermanos (v. 17).

§ Situación final: Encontramos a María contando la buena nueva a los discípulos.

c) Tiempo narrativo

En cuanto al tiempo narrativo podemos decir que el relato transcurre a una velocidad normal, es más se puede sostener, prestando atención a los verbos, que si bien es un relato con mucho dialogo, no pierde en ningún momento el dinamismo.

d) Claves de lectura[6]

· “Estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro...”. El texto griego dice que estaba de pie (heistekei) junto al sepulcro, como la encontrábamos de pie junto a la cruz (Jn 19, 25). Este tipo de introducción resulta extraño en un evangelio en el que generalmente se indica el movimiento de los personajes de un lugar a otro. Hay quien supone que el evangelista se guió, inicialmente, por una tradición que hablaba de María Magdalena y de Pedro, en el que ambos salían corriendo hacía el sepulcro, y María se quedaba llorando afuera mientras Pedro ingresaba; luego, el redactor habría agregado la figura del discípulo amado y, a partir del versículo 11 habría retomado la fuente que tenía como protagonista a María. Esta llora, la repetición del verbo klaio nos habla de que solloza, está angustiada, pero este lamento nada tiene que ver con las lamentaciones oficiales durante los funerales (como los que se citan en Mc 5, 39, por ejemplo), llora porque se han llevado del sepulcro a su Señor y no sabe dónde lo han puesto. A diferencia de las mujeres de los sinópticos no entra al sepulcro. Permanece, aún, en la oscuridad[7] de la incredulidad con que la encontrábamos al comienzo del capítulo (Jn 20, 1-2); pero más allá de la oscuridad, permanece de pie junto al sepulcro y quizás sea ese permanecer el que la lleva a su experiencia de encuentro con el resucitado.

· “Y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies...”. Cuando se inclina hacia el sepulcro no ve las vendas y el sudario como en el caso de Pedro y el discípulo al que Jesús quería, ve dos ángeles, siendo la primera vez en el Evangelio de Juan en que estos seres se hacen visibles a los protagonistas del relato. María ve a los ángeles pero no se asusta, como ocurre en los relatos sinópticos; tampoco estos seres son portadores de mensajes de resurrección como ocurre en dichos evangelios. Para nosotros pueden ser signo de Dios en la historia, aunque para ella, en su tristeza, no representen signo alguno. En cuanto al blanco de sus vestidos, ese suele ser el color de las vestiduras de los seres celestiales en la Biblia (Dan 7, 9; Ap 1, 14; 4, 4; Mc 16, 5; Mt 28, 3; Lc 24, 4, etc.), lo mismo que de Jesús transfigurado (Mc 9, 3).

· “Dícenle ellos: ‘Mujer, ¿Por qué lloras?’...”. Ciertos autores sostienen que esta pregunta, de parte de los ángeles, es una crítica al llanto, y desesperación, de la mujer[8], atento que no había ningún motivo para llorar. Pero se constituye, a su vez, en la pregunta que libera el desahogo de María.

· “Ella les respondió: ‘Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto’...”. La Biblia de Jerusalén traduce “ella les respondió”, el texto griego habla de “ella dijo”. María no responde la pregunta de los ángeles, desahoga su angustia, repite con algunas variaciones el grito de pena del versículo 2 (“mi Señor” en lugar de “el Señor” y el verbo “saber” en singular). Si bien en su arrebato dice “me han quitado a mi Señor”, ella se refiere a su cuerpo muerto, recordemos que ya en el versículo 2 habla del cuerpo que han “quitado” sin que ellos sepan donde ha sido “llevado”, más allá de la veneración por su Señor, parece que lo que ella busca es un cuerpo inerte.

· “Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús...”. Se nos advierte que Jesús se encuentra tras María, pero ella aunque lo ve, no lo reconoce. Tanto en esta oportunidad, como cuando ve a los ángeles en el versículo 12, el verbo que se utiliza es theorein, quizás hablando de una mirada ausente de fe. “En el v. 8, en que a la mirada acompaña la fe, se usa el verbo idein”[9]. Sin embargo, theorein es el verbo que se utiliza en la promesa de Jn 14, 19: “El mundo no me verá más; vosotros sí me veréis”. A su vez, hay que tener en cuenta que es frecuente en estos relatos de las apariciones del resucitado el hecho de que sus protagonistas no reconozcan, al menos inicialmente, al Señor que se les presenta (Lc 24, 31.35.37ss.; Mc 16, 12; Jn 21, 4). Para algunos comentaristas esto podría tener una finalidad, de carácter apologético, demostrar que los discípulos no estaban predispuestos a reconocer a Jesús y, una teológica, en cuanto a insistir en que Jesús resucitado ha experimentado un cambio profundo[10].

· “Le dice Jesús: ‘Mujer ¿Por qué lloras? ¿A quién buscas?’...”. Jesús repite la pregunta de los ángeles pero agrega ‘¿A quién buscas?’, el tema de la búsqueda encuentra cierta conexión con los relatos sinópticos de la visita de las mujeres al sepulcro, sólo que en esos relatos se indica cual era el objeto de dicha visita (Mt 28, 5; Mc 16, 6; Lc 24, 5). Esta pregunta ya ha aparecido en el evangelio en 1, 38 (también en 18, 4), Jesús se las hace a los discípulos de Juan, ante lo que ellos le preguntan dónde vive; María, en el texto en análisis, quiere saber dónde está el cuerpo de Jesús, en ambos casos la pregunta se refiere a una localización en este mundo. Pero Jesús vive en el Padre.

· “Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: ‘Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.’...”. María lo confunde con el encargado del huerto lo que sería plenamente coherente con la novedad que trae este evangelio en cuanto a que el sepulcro se encontraba en un huerto. En la obra de Tertuliano se haría referencia a ciertas leyendas en relación a la existencia de este encargado e incluso alguna que sostuviera que el mismo habría robado el cuerpo. Tanto en el versículo 2 como en el 13 María sostiene que “se han llevado al/mi Señor” ese plural se convierte en este texto en un tú y le pregunta sobre el misterio de la tumba vacía la realiza a aquel cuyo cadáver busca. María sigue en una posición de total incredulidad.

· “Jesús le dice: ‘María’. Ella se vuelve y le dice en hebreo: ‘Rabbuní – que quiere decir Maestro -’...”. Jesús ya no le dice ‘Mujer’, le dice María, como el Buen Pastor la llama por su nombre y ella lo reconoce. Para el semita el nombre alcanza la intimidad del ser, sólo alguien que la conoce personalmente puede llamarla así. María, a su vez, también le reconoce y le dice Rabbuní, ‘mi maestro’, titulo que si bien aparece en varias oportunidades en el evangelio (1, 38.49; 3, 2; 4, 31; 6, 25; 9, 2; 11, 8), sólo en esta oportunidad, que es la última, y en la primera, 1, 38, es seguido por el comentario sobre su significado. Con este titulo, el autor nos deja ver que María va emergiendo de su dolor, y hace su confesión de fe, que algunos llaman parcial, al reconocerlo como maestro estaría volviendo al pasado; otros, haciendo un paralelo con 1, 38, sostienen que este modesto titulo sería más digno de los comienzos de la fe que de su culminación. En ambos casos se podría sostener que

“La Magdalena joánica delata que no ha comprendido la resurrección al imaginar que puede seguir de nuevo a Jesús de la misma manera que lo había seguido durante el ministerio”[11].

Y es posible, por eso María dará un paso más.

· “Dícele Jesús: ‘Deja de tocarme, que todavía no he subido al Padre. Pero vete a mis hermanos y diles: subo a mi Padre y vuestro Padre, mi Dios y vuestro Dios’...”. Ese ‘deja de tocarme’ bien nos puede señalar que María abrazó los pies de Jesús, como hacen las mujeres en Mt 28, 9; el imperativo presente indica que esa acción debe detenerse. Ella tiene que soltar a Jesús y cumplir la misión que se le encarga, tiene que ir a hablar a los discípulos, tiene que trasmitir el mensaje de Jesús. María trata de aferrarse a él, confunde la aparición con su promesa de presencia permanente, cuando Jesús le dice que “todavía” no ha subido al Padre, es para aclararle que ella “todavía” no puede tener esa presencia permanente, que tendrá lugar de una forma distinta cuando sea dado el Espíritu, ese mismo Espíritu que los convertirá en hijos de Dios. “Subo a mi Padre y vuestro Padre, mi Dios y vuestro Dios”. Sólo la ascensión de Jesús hará posible el don de ese Espíritu, que los engendre como hijos de Dios, por eso ya son ‘Hermanos’ de Jesús[12].

“Si distingue entre ‘mi Padre’ y ‘vuestro Padre’, no es para expresar una diferencia, ..., si no para subrayar que la relación de los discípulos con el Padre se ha transformado en su propia relación[13] .

Se trata de la entrada de los creyentes en el amor que, desde siempre, une al Padre y al Hijo.

· “Fue María Magdalena y dijo a los discípulos: ‘He visto al Señor’ y que había dicho estas palabras.” María Magdalena trasmite el mensaje, ‘He visto al Señor’, dice. Podría haber dicho: ‘El Señor ha resucitado’, pero la experiencia es la que prevalece sobre la objetividad, se ha encontrado con el Viviente. A su vez, habla del ‘Señor’, ya no del ‘Maestro’ como en el versículo 16, y este titulo, además de hablar de Jesús resucitado, es el que se utiliza en los LXX para traducir el tetragrama, que es el nombre propio de Dios. Parece ser que María, de la mano de Jesús, no sólo logra emerger de su dolor, sino que da un paso más en su itinerario de fe. Tras las tinieblas de la incredulidad, pasa por la fe parcial, que busca atarla al pasado, y llega a la fe perfecta que la lleva a cumplir su misión y trasmitir la buena noticia a sus hermanos. El hecho de que se mencione su nombre completo y su movimiento hacia los discípulos para trasmitir su experiencia marcan un paralelo con el comienzo del primer bloque del capítulo 20, indicando su fin.

(IV) Conclusión

El texto comienza junto a un sepulcro, imagen de vacío, de dolor, de pérdida. María está desolada pero de pie, buscando; ve que el sepulcro está vacío pero no entiende.

En el lugar donde yacía el cuerpo de su maestro, en el mismo en que Pedro y el discípulo al que Jesús quería vieron los lienzos que cubrían ese cuerpo inerte, ella encuentra dos ángeles de blanco que indagan sobre el origen de su dolor.

Aparece Jesús y ella lo mira pero no sabe que es él. Él pregunta, espera, permanece; la llama por su nombre, como el buen pastor que conoce a sus ovejas, y ella, que buscaba un cadáver, lo reconoce vivo. Su maestro, su consuelo. Se arroja a sus pies, pero debe dejar de hacerlo, debe de dar testimonio de que su Señor vive.

Y el sepulcro resultó paradójico lugar de encuentro y cristofanía, mudo testigo del camino de fe de María, del proceso de reemergencia de una mujer que llegó hasta allí llorando, desolada, quizás descreída, y que, tras chocarse con el amor del que toma la iniciativa, la reconoce y la acompaña, se va cambiada en una mujer exultante, primer testigo de la resurrección a quien se le confía la revelación de que se ha cumplido la alianza entre Dios y los hombres.



[1] LEON DUFOUR, XAVIER: “Lectura del Evangelio...”. P. 161

[2] BROWN, RAYMOND E.: El Evangelio según...”. p. 1447

[3] LEON DUFOUR, XAVIER: Ibídem. p. 164.

[4] Cf. MOLONEY, FRANCIS J.: “El Evangelio de...”. p. 523

[5] Cf. MOLONEY, FRANCIS J.: Op. Cit. p. 523

[6] Texto cf. Biblia de Jerusalén, Desclee de Brouwer, Bilbao, 1998.

[7] Es de notar que en el Evangelio de Juan se relacionan las tinieblas, lo oscuro, la noche, con la ausencia de fe (cf. 1, 5; 3, 2; 6, 17; 9, 4; 8, 12; 11, 10; 12, 35.46; 13, 30; 19, 39).

[8] LEON DUFOUR, XAVIER: Ibídem p. 178.

[9] BROWN, RAYMOND E.: Ibídem p. 1411.

[10] Cf. BROWN, RAYMOND E. Ibídem p. 1441.

[11] BROWN, RAYMOND E. Ibídem p. 1443.

[12] En el pensamiento joánico son hijos de Dios los que creen en Jesús y son engendrados por el Espíritu.

[13] LEON DUFOUR, XAVIER. Ibídem p. 185

domingo, 26 de febrero de 2012

Relato de una Unción (Jn 12, 1-8)

Convencida, entre tanto caos, de que es tiempo de volver al Evangelio empiezo este blog como forma de encuentro y dialogo "virtual" con otr@s.

Que mejor para empezar que compartir mi primer trabajo de Biblia, es del año 2007, mi primer año en Sion, mi Escuela. Lo leo y podría sumar unas cuantas cosas, sin embargo es el trabajo que más quiero. De la mano de José Luis, y con ayuda de Pablo, me animaba a acercarme a la Palabra de una forma diferente. Todo un inicio que trajo tooodooo un cambio de perspectiva vital, no de cambio si no de vuelta a la Iglesia, a l@s herman@s, al Maestro...

Lo comparto

I.- Introducción

El relato sobre la mujer que unge al maestro siempre me pareció una historia de la que cualquier lector se enamoraría. ¿Quién no oyó hablar de aquella que en gesto apasionado rompe el frasco para que no quede ni una gota? O acaso ¿del gesto que será recordado donde quiera se predique el Evangelio? Sin embargo, cuando uno se acerca a la enunciación joanica surgen algunos elementos, como podrían ser un lugar, un banquete, una mujer, un perfume, una casa impregnada con su aroma, uno de los doce interpelando, una aclaración de parte del narrador, un Jesús hablando de su muerte… Preguntas surgen a montones ¿Qué quiso Juan decirnos con este micro relato de una unción engastado entre fariseos en complot para matar a Jesús? ¿Era necesario? ¿Para qué? Los interrogantes se multiplican… ¿Será que yo también caí ante este texto?... Quizás por eso lo elegí.

II.- Límites del texto a analizar

El micro relato a analizar es el que abarca los versículos que van del 1 al 8 del Capitulo 12 del Evangelio de Juan. Dicho micro relato forma parte de una secuencia narrativa, la historia de Jesús siendo ungido por María en la intimidad de un banquete en Betania, queda engastada entre dos micro relatos (Jn 11, 55-57 y Jn 12, 9-11) en la que Sacerdotes y Fariseos planean su muerte.

El hilo conductor entre estos tres micro relatos será tratado en la conclusión del presente trabajo.

Entre los indicadores narrativos que nos ayudan a fijar los límites de nuestro micro relato podemos encontrar uno temporal, “seis días antes de la Pascua” (v.1); uno geográfico, cambia el lugar dado que en los vs. 55-57 del capitulo 11 los sacerdotes y fariseos se encuentran en el templo, en cambio en el versículo 1 del capitulo 12 podemos leer que Jesús fue a Betania; y, asimismo, podemos percibir como limite claro, el cambio en los personajes, sacerdotes, fariseos y judíos que subían a purificarse en los últimos versículos del capítulo 11, Jesús, Lázaro, Marta, María, Judas y otros comensales en nuestro micro relato. Es válido aclarar que a partir del versículo 9 se produce un cambio en los personajes nuevamente.

Como bien sostiene Marguerat “un episodio narrativo está constituido, la mayoría de las veces, por cuadros sucesivos, a la manera de un montaje cinematográfico”(1), nuestro micro relato se estructuraría del siguiente modo:

Cuadro 1°: Versículos 1 y 2, presentan la ocasión, el motivo y sus participantes.

Cuadro 2°: El versículo 3 describe la unción del Señor por parte de María y como la casa se llena del olor del perfume.

Cuadro 3°: Formado por los versículos que van del 4 al 6, cuenta la reacción de Judas y el narrador nos aporta los motivos de tal reacción.

Cuadro 4°: Versículos 7 y 8, hablan de Jesús y cierran nuestro relato.

III.- Paralelos con los sinópticos

Este relato se corresponde, sin duda, con un recuerdo histórico atento encontrarse arraigado en la tradición evangélica. Lo encontramos, también, en el Evangelio de Mateo (26, 6-13) y en el de Marcos (14, 3-9), mientras que en el Evangelio de Lucas se encuentra un episodio similar pero que tiene como protagonista a una pecadora (Lc 7, 36-50). El Evangelio de Juan, el de Marcos y el de Mateo lo refieren en la última semana, mientras que el de Lucas no especifica fechas. Difieren los primeros en que Marcos sitúa el episodio dos días antes de la Pascua, después de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén (aunque algunos sostienen que este relato fue interpolado en la pasión con fecha posterior); Juan, en cambio, lo sitúa seis días antes de la Pascua, antes de la mencionada entrada triunfal a Jerusalén.

Tanto en Marcos como en Mateo y Juan, la unción se lleva a cabo en un banquete en Betania (aunque en el Evangelio de Juan encontramos a Lázaro entre los invitados y a Marta sirviendo); el perfume que se utiliza para la unción es el mismo, nardo puro y valioso; pero en Mateo y en Marcos la unción es sobre la cabeza de Jesús, gesto que se correspondía con un homenaje a los invitados pero que algunos dan el sentido de una investidura mesiánica; en el Evangelio de Juan, en cambio, la unción se hace sobre los pies (al igual que en el Evangelio de Lucas, con las lágrimas de la pecadora), al no encontrarse semejante tipo de unción en la literatura judía de la época se sostiene la autenticidad del gesto como se relata.

Nada dicen los otros Evangelios sobre un perfume a nardo que llena toda la casa, como en el Evangelio de Juan. La critica negativa ante el gesto de Maria viene de parte un invitado en el Evangelio de Marcos, del grupo de los discípulos en el de Mateo y de Judas Iscariote en el relato que pretendo analizar.

El relato termina cuando Jesús interpreta el gesto. Juan, a diferencia de los sinópticos, no señala cual fue la reacción de los invitados.

IV.- Trama episódica

Situación Inicial: Está compuesta por los versículos 1 y 2, se nos presenta a Jesús en un banquete en su honor en Betania; Lázaro entre los invitados y Marta sirviendo.

Nudo: Transcurre entre los versículos 3 y 6. María unge con perfume de nardo los pies del Señor, la casa se llena de ese perfume, Judas interpela y el narrador nos cuenta sus motivos.

En este nudo podemos encontrar la tensión dramática del relato en la parte final del versículo 3 cuando “la casa se llenó del olor del perfume” y la tensión narrativa en el versículo 5 junto a la interpelación de Judas.

Acción transformadora – Desenlace: Versículos 7 y 8. Jesús defiende el gratuito gesto de Maria, dándole una interpretación diferente a la que el lector podría haber dado hasta el momento.

El relato termina con este anuncio de parte de Jesús. Juan no señala cual fue la reacción de los invitados, por lo tanto la presente trama episódica no cuenta con situación final.

V.- Claves de Lectura

- “Seis días antes de la Pascua”. El banquete se sitúa entre la tarde del sábado y el domingo. El hecho de que Marta esté sirviendo da la pauta de que ya se daba por finalizado el sábado, si no, no hubiera podido hacerlo.

- “fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro”. Resulta paradójico que se identifique a Betania siendo que había tenido un papel tan importante en el capítulo anterior del Evangelio; sin embargo esto sustenta la tesitura de quienes afirman que “La historia de Lázaro fue insertada en su actual secuencia cronológica en fecha tardía”(2).

- “Le dieron allí una cena” reza la traducción de la Biblia de Jerusalén, otros sostienen que se habla de un banquete (DEIPNON, término que se repite en Jn 13, 2). Este banquete que tiene lugar en Betania reúne a Jesús con Marta, María y Lázaro, de quien no se hablaba desde la mención de que salió del sepulcro, por lo que hay quien relaciona este banquete con el festejo por la vida reencontrada (el narrador nos explica que este era a quien Jesús había resucitado de entre los muertos). El comer significa estar vivos y no pocos sostienen que “el banquete significa la alegría de la resurrección”(3).

- “Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos”. Algunos sostienen que esta unción se produce como un gesto de gratitud por la resurrección de Lázaro, sin embargo Jesús la interpretará en relación a su sepultura, colocándola en oposición al banquete; quizás colocándola, a su vez, como un punto de inflexión dentro del Evangelio de Juan. Cuando Jesús alude a su sepultura, abre el libro de la hora; antes de que se desate la hora, surge un lucido interés en reposar en Betania, un reposo previo a la entrega.

- “ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos”. Como ya se ha dicho, en los Evangelios de Mateo y de Marcos Jesús es ungido en la cabeza, gesto al que se ha dado el sentido de unción mesiánica. En este relato, en cambio, se nos cuenta que Jesús es ungido en los pies, detalle que si bien parece inverosímil y que no haya correspondencia en la literatura rabínica, concuerda con la tesitura que refiere que con la unción María preparaba el cuerpo de Jesús para la sepultura; “no se ungen los pies de un individuo vivo, pero es preciso ungir los pies de un cadáver como parte de la preparación del cuerpo para la sepultura”(4).

- “Y la casa se llenó del olor del perfume”. Se sostiene que este perfume que se esparce por toda la casa aparece en oposición al hedor que asusta a Marta (Jn 11, 39). Esta imagen del perfume que se derrama la podemos encontrar en el Libro del Cantar de los Cantares (1,3; 4,10) para indicar el amor. Quizás el narrador quiere indicarnos, al hacer alusión a este perfume tan abundante que llena la casa, la abundancia del amor que inspira a Maria a realizar esta unción y quizás a la luz del gesto gratuito de Maria podamos entender, entonces, el de Jesús; desde la sobreabundancia de María (perfume de nardo puro, muy caro) quizás entendamos la sobreabundancia de la pasión, muerte y resurrección del Señor; quizás este perfume que impregna la casa es el que provoca la reacción de un Judas incapaz de comprender.

- “Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mi no siempre me tendréis”. Una vez interpretado el gesto, Jesús hace esta aclaración dirigiéndose a todos los que lo rodean. Una interpretación simplista podría llevarnos a pensar que Jesús se desentiende de los pobres; sin embargo, teniendo en cuenta que este versículo refleja a su vez el versículo 11 del capítulo 15 del Deuteronomio que reza: “Pues no faltaran pobres en esta tierra; por eso te doy yo este mandamiento: debes abrir tu mano a tu hermano, a aquél de los tuyos que es indigente y pobre en tu tierra”; y que, como sostiene León Dufour, “Jesús recuerda indirectamente la orden de Dios, ya que una cita de la Escritura implica en los Evangelios la evocación de la idea fundamental del contexto en que se encuentra” (5), dicha interpretación se torna insatisfactoria. La tradición toma la interpretación que Jesús da a esta unción como una profecía de su muerte, en esa interpretación confiere al gesto de Maria el carácter de intemporal y lo aprueba ante esta circunstancia única. María, también el lector, siempre tiene el deber de ocuparse del hermano pobre, pero ese momento era único, Jesús estaba por morir, y eso marcaba la diferencia.

VI.- Posición del narrador

Se puede hablar de una instancia narrativa extradiegética atento a que el narrador es externo a la historia contada y, a su vez, heteriodegética, porque el narrador se encuentra ausente en este relato.

VII.- Personajes

- Jesús es, sin lugar a dudas, uno de los protagonistas de este relato. Es el destinatario del gesto de María y a la vez quien al interpretarlo le da un sentido diferente. Es un personaje redondo, sabiendo que los sacerdotes y fariseos traman su muerte, decide ir a reposar en Betania; acepta el escandaloso y exuberante gesto de María y aun muestra tremenda libertad cuando, además de aceptarlo, lo interpreta anunciando su muerte, casi en sutil elogio a dicha mujer.

- María, la otra protagonista de esta historia, aparece como sujeto de la atrevida unción del Maestro. Un gesto que nos muestra su amor, respeto y generosidad, presentándola como un personaje redondo. Mucho se ha dicho sobre lo que lleva a María a semejante actitud, sobre el valor que le confiere, pero tras la interpretación del Señor, María se planta como el personaje que presenta el misterio de la hora, misterio cuyo anuncio y concreción es acompañado por distintas mujeres a lo largo de este cuarto Evangelio (2,4; 4, 21; 16, 21; 19, 27; 20, 11-18). Jesús dice “Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura” y nos hace pensar que esta mujer presintiendo su partida anticipa los honores en un Evangelio en el que la unción (aunque el verbo sea diferente y se utilice la palabra ungüentos y no ya perfumes) del cadáver de Jesús la hacen dos hombres, José de Arimatea y Nicodemo y se produce antes de sepultado, mientras que en los sinópticos son las mujeres las que van a ungirlo, las que encuentran la tumba vacía… y se quedan sin ungir a nadie.

- Judas Iscariote, es el cordel de nuestro relato, a la vez que oponente al gesto de María, es el que con su interpretación negativa del mismo, desencadena la defensa por parte de Jesús. El narrador nos cuenta tanto sobre este personaje que es redondo; sabemos de él que era uno de los discípulos, que era el discípulo que lo iba a entregar, que era ladrón y que se llevaba lo que echaban en la bolsa común, a la luz de lo que podemos interpretar su reacción ante el gesto gratuito de María. Cuenta que era “ladrón” (KLEPTOS), si bien este evangelista cada vez que hace mención a Judas agrega una crítica (6, 64-71; 12, 4-6; 13, 26-30; 18, 2-3), es de notar que ese mismo término se utiliza cuando Jesús se refiere a los malos pastores en Jn 10, 8, si a esto le sumamos, lo notable que resulta que en este cuarto Evangelio no se haga referencia a la transacción de Judas con los sacerdotes y fariseos por la entrega de Jesús, y que este discípulo, en Jn 18, llega junto a los que van a arrestar al Maestro, y que las palabras Judas (IOUDAS) y Judíos (IOUDAIOS) son muy parecidas, no sería descabellado pensar que Judas, en el Evangelio de Juan, es una personificación de los Judíos dirigentes que buscan la muerte de Jesús.

- Lázaro es un figurante, de él sólo se nos dice que era a quién Jesús había resucitado de los muertos y que era uno de los que estaban con Jesús en la mesa; el que ahora la comparte va a ser perseguido como el Maestro, por ser testimonio vivo de su victoria.

- Marta es otro figurante, personaje plano de la que solo se dice que servia a los comensales.

- Luego encontramos a los que estaban sentados a la mesa con Jesús y Lázaro. Personaje colectivo, plano, del que nada se dice, pero cuya existencia no se puede negar atento a que el texto reza “Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa”. Podemos suponer, que atento estar presente Judas Iscariote, los discípulos se encontraran entre los comensales.

Desde el punto de vista evaluativo, el narrador pretende provocar empatía con respecto a María, discípula de Jesús, y antipatía con respecto a Judas Iscariote, lo que justificaría tanta aclaración sobre la motivación de sus dichos. El narrador opone a estos dos personajes, la generosidad de María a la avaricia de Judas. María, la del gesto cuyo motivo desconocemos o quizás, como Judas, no podamos comprender; Judas, el que pregunta e interpela pero no entiende. ¿Será que ocurre como en tantos otros pasajes de este Evangelio? ¿Se manejan estos personajes en planos diferentes?

Focalización

A lo largo del relato, la focalización es externa, porque la enunciación coincide con lo que el lector podría observar por si mismo; aunque se presenta una excepción en el versículo 6, la focalización es cero atento a que el narrador cuenta más de los que saben los personajes del relato, cuando habla de las reales intenciones de Judas.

VIII.- El marco

El accionar de los personajes se resuelve en un marco determinado, en un tiempo, en un lugar y en un entorno social determinados. Pasemos a establecer el de nuestro relato:

- Marco temporal: En cuanto a la cronología de la historia contada el narrador nos dice, en el versículo 1, que el banquete tuvo lugar seis días antes de la Pascua. Estaríamos hablando de tiempo mortal en términos de Paul Ricoeur. En cuanto al tiempo monumental, se podría decir que este relato anuncia el comienzo del misterio de la hora del Señor.

- Marco geográfico: Con respecto a este marco podemos hacer dos distinciones, el banquete se lleva a cabo en Betania, por oposición a los sacerdotes y fariseos que traman la muerte de Jesús en el templo, en Jerusalén. A su vez, sostiene León Dufour que “tiene lugar dentro, en la intimidad de una casa acogedora, mientras que fuera la gente y las autoridades se afanan en busca de Jesús”(6).

- Marco social: Si bien el relato no hace expresa mención sobre este tema, de él surge una clara distinción entre la posición económica de la familia de María, quien pudo adquirir el perfume de nardo cuyo costo equivalía a trescientas jornadas de trabajo y los pobres que según Judas se podrían haber alimentado con ese dinero.

IX.- Tiempo narrativo

En cuanto al tiempo narrativo podemos decir que el relato transcurre a velocidad normal, hasta el versículo 6, en el que mediante una glosa explicativa el narrador señala al lector la verdadera motivación de la pregunta del versículo anterior, produciéndose una pausa, que brinda una clave para seguir el relato que continua mientras que el tiempo de la historia contada es nulo.

En el versículo 1 se produce una analepsis, cuando el narrador hace referencia a que Lázaro era “a quien Jesús había resucitado de entre los muertos”. A su vez, encontramos en el versículo 4 una prolepsis cuando anuncia que Judas era quien iba a entregar a Jesús; y una segunda prolepsis, en los versículos 7 y 8, cuando Jesús anuncia, una vez más, su muerte.

X.- Conclusión

Al hablar de los límites del relato pospuse hasta este momento la mención del hilo conductor que lo une a los otros dos que forman la secuencia narrativa. A simple vista se podría decir que se trata del tiempo anterior a la Pascua, después de este somero análisis, me atrevo a afirmar que se trata de los planes para matar a Jesús y su entrega. “Al final del capitulo 11 decide el Sanedrín dar muerte a Jesús y entra en escena María que con su acción prepara a Jesús para la muerte”(7) Para seguir este hilo, el narrador nos cuenta que Judas Iscariote es el discípulo que va a entregar a Jesús, por eso detalla los motivos de la interpelación de Judas cuando ni siquiera se detiene a contarnos los motivos de la unción. María, que con su gesto gratuito, adelanta los honores del Señor ¿Intuiría su próxima muerte? Y a la vez que comulga con su Pascua, abre el misterio de la hora, y entonces uno se pregunta si esta secuencia narrativa, que tiende hilos entre las dos partes del Evangelio de Juan, está bien ubicada en el libro de los signos o si debería estar, ya, en el libro de la hora.

La casa aún está llena del olor del perfume de nardo... Y nosotros, lucidos Judas, cristianos y cristianas dos mil años después, seguimos sin entender la abundancia de un amor tan gratuito, que es capaz de darse hasta la muerte y porque si, sin exigencias de puntos extras para lograr un mejor puesto; por eso comulgar con el hermano, necesitado o no, se torna complicado sino imposible; pensar en renunciar a tu “suerte” para comulgar con la de tu hermano, como Lázaro o María, da tantos escalofríos como el olor del perfume que, gracias a Dios, se sigue esparciendo

XI.- Citas

(1) Marguerat – Bourquin: “Como leer los…”. P.58

(2) Brown, Raymond: “El Evangelio según…”. P. 775

(3) Leon Dufour, Xavier: “Lectura del Evangelio…”. V. II. P. 354

(4) Brown, Raymond: Ibid. P. 783

(5) Leon Dufour, Xavier: Ibíd. P. 357

(6) Leon Dufour, Xavier: Ibíd. V. II. P. 351.

(7) Brown, Raymond: Ibíd. P. 783

XII.- Bibliografía

- Biblia de Jerusalén, Desclee de Brouwer. Bilbao, 1998.

- BROWN, RAYMOND E.: “El Evangelio según Juan” I-XII. Ediciones Cristiandad. Madrid, 1999.

- LEON DUFOUR XAVIER: “Lectura del Evangelio de Juan”. Volumen II. Editorial Sígueme, 1992.

- MARGUERAT – BOURQUIN: “Como leer los relatos bíblicos, iniciación al análisis narrativo”. Editorial Sal Terrae. Santander, 2000.